Buñuel, el sordo en su laberinto

El reciente estreno de la película 'Sin límites' ha vuelto a resucitar a tres de los mayores genios que ha alumbrado este país: Buñuel, Lorca y Dalí. Si hubiera que encaramarlos a un podio sería difícil repartir el oro, la plata y el bronce, porque cada cual, en su ámbito, revolucionó múltiples aspectos de la creación. Lo que sí es cierto es que el cineasta aragonés carece del tirón fílmico que poseen el escritor granadino y el pintor catalán, cuyas figuras, por sí solas, han inspirado más de un largometraje, alguna serie e incluso ficciones teatrales.

Juan G. Andrés

Caricatura del genial director aragonés

La gran historia sobre la vida y obra de Luis Buñuel está ahí fuera, aguardando a que el día menos pensado llegue un director con el talento y los arrestos suficientes para rodarla sin hacer el ridículo. A fin de hacer más llevadera la espera, es posible dar un salto del séptimo al noveno arte y leer 'Buñuel en el laberinto de las tortugas', una interesantísima novela gráfica escrita y dibujada por Fermín Solís (Cáceres, 1972) y publicada por Astiberri.

El tebeo fabula con la idea de cómo pudo ser el rodaje de 'Las Hurdes, tierra sin pan' (1933), el film que el genial aragonés utilizó para denunciar las condiciones miserables en las que vivían los habitantes de muchos pueblos de la España prebélica. En 'Mi último suspiro', la autobiografía de Buñuel, éste escribió que su interés por el proyecto nació de la lectura de un estudio sobre aquella región extremeña. Su amigo el anarquista Ramón Acín le había prometido producirle una película sobre el tema si ganaba el Gordo. No tuvo tanta suerte, pero un sustancioso premio de lotería le permitió subvencionar la cinta.

En ese punto arranca precisamente el cómic de Solís, que admite que "no conocía demasiado" la figura de Buñuel. Por ello, y porque nunca antes había firmado una historieta de época, el autor de tebeos como 'Los días más largos' o 'El año que vimos nevar' tuvo que realizar una profunda labor de investigación: tenía que dar credibilidad al 'making of' de una filmación a la que, por razones obvias, no asistió.

Visionó 'Tierra sin pan' y quedó impactado por la crudeza de sus imágenes, que muestran a niños, mujeres y hombres enfermos y hambrientos, que más que humanos parecen espectros, almas en pena extraviadas por las alquerías, esas casas bajas de piedra y tejados de pizarra que conforman el laberinto del que habla el título. También leyó biografías y ensayos sobre un cineasta cuyo "mundo interior" le sedujo "poderosamente".

Portada de 'El laberinto de las tortugas'

También visitó los pueblos de las Hurdes, donde comprobó el hartazgo que el tema provoca en los habitantes de una zona que, casi 80 años después, no se ha librado del estigma del subdesarrollo. "Están hartos de que les pregunten por Buñuel y no soportan que les hagas fotos", explica Solís, que no ha obviado en su relato la manipulación de escenas de la película, que es lo que durante décadas ha ofendido a los hurdanos.

En el documental hay, por ejemplo, un momento en el que una cabra cae por un barranco mientras la voz en off explica que los aldeanos sólo comían carne cuando los animales se despeñaban. Gracias a los descartes del filme que visionó en la Filmoteca extremeña, el historietista comprobó que fue el propio Luis Buñuel quien abatió a la cabra de un disparo. Por no hablar del burro muerto devorado por las abejas que, muy posiblemente, Buñuel untó de miel para captar una poderosa imagen, buñuelesca y surrealista, con reminiscencias de 'Un perro andaluz' (1929) y 'La edad de oro' (1930).

En cierto modo Fermín Solís justifica esas prácticas en la necesidad de "denunciar" hechos que en realidad eran cotidianos. "Pero como no tenían tiempo ni dinero" —filmaron en un mes y con 20.000 pesetas— para esperar a que esas situaciones sucedieran de modo espontáneo, las provocaron para hacer una crítica al gobierno de la República", al que no gustaron demasiado las imágenes de niños untando pan en el agua de un río ni las de varios hombres y mujeres aquejados de bocio y paludismo. "Quiero fastidiar, revolver los tripudos vientres de los burgueses", dice el personaje de Buñuel en una de las viñetas.

Por las expresivas páginas del cómic, ubicadas en distintos escenarios de París, las Batuecas y Las Hurdes, desfilan el citado Acín, el cámara Eli Lotar y el ayudante Pierre Unik, así como un buen número de inquietantes personajes de la comarca que quizá existieron o quizá no. Porque Fermín Solís ha sido lo suficientemente hábil para parecer riguroso sin terminar siendo rehén de lo que pudo acontecer. Así, Buñuel aparece vestido de monja en pleno rodaje, sueña con Dalí convertido en uno de sus famosos relojes y se topa con una Muerte que habla con acento extremeño. Adaptar fielmente los hechos reales contrastados a partir de la documentación habría sido "aburrido". "Por eso quise alternar la realidad con la fantasía y el universo onírico", sostiene.

Este recomendable trabajo muestra, en definitiva, a un cineasta contradictorio, perdido en un laberinto del que trató de huir con cada uno de los filmes que rodaría después y que, por sí mismos, podrían constituir una buena materia prima para nuevas historias. El sordo de Calanda carecerá aún de la película definitiva sobre su figura (ni 'Sin límites' ni 'Buñuel y la mesa del rey Salomón' lo son, lo sentimos), pero ya tiene su propio cómic. Un trabajo excelentemente documentado y mejor imaginado.

Para saber más

• De cómo Fermín Solís realizó un tebeo sobre Buñuel y otras historias.