La guerra y los incendios forestales

Conforme la cultura humana se desarrollaba, los incendios forestales aumentaron. Esta asociación se viene observando desde que los glaciares retrocedieron, hace 10.000 años. Se pensaba que el aumento de los fuegos era un efecto directo de la expansión agrícola (el despeje de selva para abrir campos de cultivo). Pues bien, ahora resulta que los labradores no tenían toda la culpa. Investigadores de Extremo Oriente han aportado pruebas de que en ciertas regiones la responsable de la quema de bosques fue la guerra.

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Un bosque de bambú en Vietnam.

Los incendios espontáneos forman parte del ciclo natural. Por lo habitual, se producen en condiciones calurosas y secas. De ahí que cuando ocurren en medios fríos y húmedos, se imputen a la abundancia de materiales combustibles, o a la acción humana. Los seres humanos hemos tenido mucho que ver en los altibajos de las llamas. No hace falta recordar el papel de estas en el tránsito de la naturaleza a la cultura, ya sea para defendernos de las bestias, cocinar, calentarnos o despejar zonas boscosas con vistas a la labranza. La intensificación del ajetreo humano subsiguiente al retroceso de los glaciares hizo que los regímenes de incendios comenzasen a desacoplarse del clima.

A los científicos les ha costado identificar cuál de todas las actividades humanas fue decisiva en la multiplicación de los bosques ardientes. Una investigación publicada en Proceedings da una respuesta basada en el estudio de una zona acotada de Asia: el delta del río Rojo (norte de Vietnam), un área densamente poblada y cubierta de arrozales.

Los expertos vietnamitas, chinos y japoneses estudiaron el régimen de incendios en el susodicho delta a lo largo de los últimos 5.000 años. A partir de los estratos de cenizas de carbón vegetal encontrados en el suelo y su datación por espectrometría de masas del carbono 14, pudieron distinguir los periodos marcados por los incendios (cenizas abundantes) de las demás fases (cenizas escasas). Por ese medio notaron que a partir del siglo V las concentraciones de ceniza de carbón aumentan, mientras disminuyen los depósitos de polen de árboles y suben los de las especies no arbóreas, un claro signo del nexo entre los incendios y la deforestación promovida por los agricultores.

La tendencia cambió por completo en los últimos 1.500 años: el número, la frecuencia e intensidad de los fuegos forestales se dispararon. Seis periodos de incendios coinciden exactamente con el derrocamiento de las dinastías reinantes y el estallido de guerras y disturbios. El caos político tuvo un impacto negativo en la agricultura, toda vez que el reclutamiento de los campesinos privó a los sembradíos de la mano de obra necesaria; luego, no cabe atribuir los estratos cenicientos a un mayor cultivo del arroz.

Cinco maneras de atacar con fuego

Todo indica que las cenizas acumuladas en ese intervalo temporal son el resultado de acciones militares. Ya existía una larga tradición en ese sentido en el imperio vecino, el chino. El gran estratega Sun Tzu consigna cinco maneras de atacar con fuego: quemar a los soldados en su campamento; quemar almacenes de víveres; quemar transportes de mercancías, quemar arsenales y arrojar fuego entre las tropas adversas. Además, las artes bélicas asiáticas contemplaban el uso de fuego para destruir fortificaciones, crear confusión en el enemigo, servir de comunicaciones y, último, como signo de rebelión.

En conclusión, resumen los expertos, como el avance de la agricultura no guarda relación con la proliferación del fuego, se deduce que la guerra fue el factor clave de los incendios forestales registrados en el norte de Vietnam durante el Holoceno tardío.